D'Kebab Food

Εάν σας αρέσει το κεμπάπ είναι το κατάλληλο μέρος για να φας. Οι τιμές είναι καλές και το σέρβις γρήγορο.

Αν κουραστικατε από τα ταπας και πεινάτε είναι μια πολύ καλή επιλογή χωρίς να χρειαστεί να πληρώσετε πολλά...

Αλυσίδα τουρκικών μαγαζιών εστίασης στο κέντρο της Μαδρίτης με νόστιμα και οικονομικά φαγητά. Μια καλή εναλλακτική λύση για τους τουρίστες να φάνε καλά αλλά και τους κατοίκους της πόλης!

Muy amables el servicio, buena relación calidad/precio. La comida estaba bien servida. Quedamos satisfechos ☺️

El personal muy atento y servicial.la comida bien presentada, pero la calidad de la carne era mala. La ternera llena de ternillas y en general todo algo grasiento, pero de sabor estaba bastante bien.

본토맛 그대로는 아니지만 내용도 알차고 가격도 시내에 위치한것 치고 저렴해요.

Con el corazón apesadumbrado, confieso que la necesidad me llevó a D’Kebab Food, en la calle Hortaleza de nuestro Madrid, cuna de fe y tradiciones. Entré buscando sustento, pero hallé un reflejo de los tiempos que corren, donde lo foráneo parece imponerse sobre lo nuestro. El local, con luces estridentes, exhala aromas de especias que poco recuerdan al cocido madrileño. Ni un signo de la Virgen de la Almudena adorna sus frías paredes, y los baños, según dicen, terminan el día en deplorable estado. El "kebab", servido como "halal", gira en un asador que oculta su origen. Su sabor, cargado de especias, no rivaliza con la nobleza de un asado castellano, y las salsas, a veces en mal estado, no logran disimular su monotonía. El pan de pita, difícil de manejar, se desmorona, y no hay vino, solo refrescos que endulzan sin alma. El servicio es rápido, los jóvenes atentos, pero la comida, aunque barata, parece escasa para su precio. Afuera, los madrileños consumen estos bocados mientras los bares de tortilla y calamares languidecen. ¡Qué ironía, en la tierra del cocido, venerar carnes de dudosa procedencia. No juzgo a quien lo disfruta, pero me duele ver nuestra identidad diluirse. D’Kebab Food alimenta, pero su éxito es un recordatorio: abrazamos lo ajeno mientras olvidamos lo nuestro. Y eso, hijos míos, es una pérdida más amarga que cualquier salsa picante.